La palabra miedo se origina del latín “metus”, y es la perturbación del estado de ánimo ante un riesgo o daño real o inexistente.
Esta emoción tiene grados, por lo que puede ser un miedo leve, moderado o muy intenso según la persona. La máxima manifes‐ tación del miedo es el terror.
El miedo también es el sentimiento de desconfianza que impulsa a creer que ocurrirá un hecho contrario a lo que uno desea. En 1 Juan 4:18 (RVR1960), la Escritura nos dice: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor”.
El amor es Dios y el temor es el miedo, así que lo podemos interpretar de esta manera. En Dios no hay miedo, sino que el perfecto Dios echa fuera el miedo; porque el miedo lleva en sí castigo. De donde el que tiene miedo, no ha sido perfeccionado en Dios.
El miedo hace que nos suceda lo que tememos. Nos hace escondernos, mentir, acobardarnos, desear la muerte, ver fantasmas y hundirnos, hacer acepción de personas, esconder lo que Dios nos ha dado y mucho más.
SUELTA EL MIEDO
La palabra miedo se origina del latín “metus”, y es la perturbación del estado de ánimo ante un riesgo o daño real o inexistente.
Esta emoción tiene grados, por lo que puede ser un miedo leve, moderado o muy intenso según la persona. La máxima manifes‐ tación del miedo es el terror.